Continuación de la micro-saga semáforo, iniciada con Semáforo : amigo.
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Se levantó de la cama tarde, eran casi las doce de la mañana. Tampoco había motivos para querer levantarse temprano, no tenía que entregar el artículo hasta el jueves. La cabeza le dolía enormemente. La fiesta de la pasada noche le repercutía en cada hueso de su cuerpo y en cada neurona de su cabeza. La resaca era descomunal. Pensó que seguramente le pusieron whisky del malo.
A su lado en la cama se movió un bulto. Era una chica. No recordaba el nombre, ni le importaba. Aquella chica sólo era un mero sustitutivo para la que conoció en la discoteca. Él quería haber estado con aquella desconocida, no con la que dormía a su lado. La noche pasada se había marcado un objetivo y fracasó. Él nunca fracasaba. No se fue a casa solo, la chica con la que había acabado era atractiva, pero no era la que él quería. Tuvo sexo salvaje, pero no con quien él quería. Haber fracasado en una conquista era algo que le impidió disfrutar de la noche tal y como hubiese deseado. Aquella chica le rechazó. Aquella desconocida le hirió, su orgullo se vio mancillado.
Sonó el teléfono. Era su director. No entendió la razón, estaba aún dormido cuando descolgó, pero tenía que entregar el artículo antes de las cuatro de la tarde o se quedaba sin trabajo. Era ridículo, despedirle a él, a la estrella de ese periódico. Un periódico que no era nada sin él. Lo peor es que aún no tenía nada escrito. Se vio obligado a echar a la chica y correr a la ducha para poder ir a la oficina y escribir el maldito artículo.
Odiaba tener que correr. Mientras se enjabonaba no paraba de pensar en la desconocida. Se extrañó de no poder dejar de pensar en ella. Salió de la ducha y se vistió antes de que se secase su pelo, perfectamente cortado en la mejor peluquería de la ciudad. No tuvo tiempo de desayunar. Se maldijo mil veces por no haber escrito antes el artículo y subió a su coche, un modelo nuevo de lujo, con todas las prestaciones que un hombre pudiese necesitar y algunas más de las que poder presumir.
Salió del garaje dirección a la oficina. Aceleró cuando salió de la zona residencial. Odiaba que su ordenador le hubiese fallado la semana pasada obligándole a ir al trabajo para escribir ese maldito artículo. No tenía más remedio que hacerlo así. En el tiempo de los ordenadores, cuando descargarse una película de internet no requería más de dos horas, él, el mejor periodista de su periódico y, seguramente, el mejor de la ciudad, tenía que conducir para ir a trabajar y escribir en el viejo ordenador de la oficina, un viejo ordenador que tardaba en arrancar más de cinco minutos. Cinco minutos que no le sobraban.
Se concentró en la carretera, tenía que llegar cuanto antes a la oficina. A lo lejos vio algo que le llamó la atención. Se quedo perplejo. Era la chica de la discoteca. Sonrió al comprobar las casualidades de la vida. Giró bruscamente por una calle estrecha provocando un frenazo detrás de él seguido de un bocinazo. Giró de nuevo y pudo acercarse más a la chica. Estaba con un chico, seguro que era el novio. Tal y como se miraban no podía ser de otro modo.
Miro al chico, no era nada comparado con él. No entendía como le pudieron rechazar. La chica estaba hablando por teléfono. Iban a cruzar la calle, estaban esperando que el semáforo se pusiese verde. Algo en él cambió. Esperó el momento justo y pisó el acelerador. Sólo quería asustarla. Todo ocurrió muy deprisa.
Cuando se quiso dar cuenta había chocado. El chico estaba delante de él, incrustado en un camión, sangrando. La chica corría hacia él. Parecía llorar. El chico se desmayó delante de él. La chica le abrazo y lloró desconsoladamente.
Se dio cuenta que el air-bag no había funcionado cuando se notó la cabeza mojada. Se la tocó y descubrió con horror que era su propia sangre. Lo extraño es que no le dolía nada. Solo tenía sueño. Se dejó arrastrar por él mientras la chica lloraba abrazada al chico. El chico tenía la cara llena de sangre y una sonrisa en los labios. Se preguntó la razón de que el chico sonriera antes de cerrar los ojos para no abrirlos nunca más. La ambulancia llegó tarde. Ninguna vida fue salvada ese día. Ninguna.
Alé! Más negatividad, no podía ser simplemente un accidente… No! Tenia que ser el malvado de turno, solamente le faltaba la capa negra y la sonrisa malévola. A ver si las siguiente parte hay más POSITIVISMO!!!
Y tú! Lector… que opinas?
Du meu Marcos!
Quin mal rollito…..
Aquesta historia no es creible: Amb un cotxe tant bo no salta l’airbag….
Segueix escribint! 😉
El positivismo es engañar a la vida con falsa felicidad. Después de leer estos relatos cualquier cosa buena la ves mejor. jeje
La felicidad es falsa? Que es la felicidad? Me parece que fue Kant quién dijo: hay tantos mundos como gente (o algo por el estilo). Venia a decir que cada cual tiene su propia percepción de las cosas. Vamos, que según mi percepción todo no es blanco ni negro, y lo que más abunda en las tres historias (tres puntos de vista sobre la misma) es el negro, con algo de rosa para camuflar…
Bueno, y no desarrollo más el tema que hasta pareceré culto, lo cual no me gusta para naaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaada.