Bienvenido lector.
No juzgare que caminos te han llevado hasta aquí, solo espero que disfrutes tu estancia. Hoy voy a escribir sobre las primeras pelis porno que vi, de hecho, sobre una que me marcó. Marcó mi concepción de la realidad.
A estas alturas de la vida ya se diferenciar la realidad del mundo sexualmente cargado de las porno, un mundo donde llevar una pizza implica pasarse la noche teniendo sexo con dos gemelas que no se parecen mucho pero son rubias.
Remontemos la idea original de la entrada, esa película que me marcó. Una película de los ochenta, con el consecuente aspecto vintage que ello conlleva. La escena es la siguiente, un chico entra en un amplio comedor, hay unas escaleras hacía arriba. Baja una chica por ellas, su atuendo, una camiseta corta y nada más, va desnuda de cintura para abajo. El dialogo fue lo más impactante :
– ¿Has visto mis bragas? – le pregunta ella
– No pero me encantaría verlas
– ¿Por cierto tu quien eres?
– Soy Sam y soy bailarín
– ¿Eres bailarín? Pues a ver como te mueves
Esto fue el fin del increíble diálogo, no hizo falta más, pasaron a la acción pura y dura.
Evidentemenete para cuando yo vi esa escena, con una juventud y hormonas revolucionadas, corrí a casa de una amiga mía, me planté en su comedor, sus padres no estaban, y le dije que era bailarín. Curiosamente no hicimos nada. Lo intenté con algunas otras amigas, algunas querían verme bailar, pero se referían a bailar de verdad, no como en la película.
Ahora, con la experiencia de la edad, puedo constatar una clara verdad de estos actos. La moraleja es : «una chica con las bragas puestas es más difícil de llevar a la cama que una que las esta buscando».
Os dejo con tan profunda reflexión.
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